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El factor emocional en el Ajedrez (y en la vida)

La revolución de las emociones se produce en los finales de los 80´s y en los 90´s, los

grandes protagonistas fueron científicos de las neurociencias y de la psicología, Howard

Gardner, el autor del clásico libro “Las inteligencias múltiples”, Joseph Le Doux, y el

psicólogo de Harvard y autor del best seller “Inteligencia Emocional” Daniel Goleman,

como se lo denominó el libro que revolucionó el concepto de inteligencia.

Lo aprendido de estos grandes pensadores e investigadores es que contrariamente a lo

que se pensaba y en función a ello se actuaba somos seres emocionales que pensamos, y

no seres racionales que nos emocionamos las emociones están primero. Y reaccionamos

en cuestión de milisegundos, más precisamente 125, en base a ellas.

Ahora imaginemos el siguiente escenario: la partida llega a su climax, las combinaciones

abundan en una compleja posición, y el triunfo de cualquiera de los rivales el concede el

primer premio del torneo. Las emociones están a tope, y si son inadecuadamente

gestionadas nos impedirán tomar buenas decisiones pues no habrá espacio a la reflexión y

como comúnmente se suele decir, empujaremos madera en lugar de elaborar decisiones

debidamente calculadas, en términos de neurociencia decidiremos con el camino corto, el

de la supervivencia el cerebro emocional, y no con el neocórtex, el que nos convierte en

seres inteligentes, la evolución final que nos llevo a ser el Homo Sapiens Sapiens.

Dvoretsky, esa leyenda del ajedrez ruso, el mejor entrenador de la historia en su artículo

para New in Chess nos enseña una matriz que tiene en un eje las Cualidades personales y

en el otro la maestría ajedrecística, y las valora ¡por igual!


Y nos aclara aún más diciendo que supongamos que un jugador tiene 5 en ambos

componentes el resultado da 25 en la superficie de la matriz, mientras que un jugador que

tenga 9 de maestría ajedrecística y 2 de cualidades personales (Carácter, control

emocional, voluntad de triunfo etc) dará 18, menos que el anterior, aunque seguramente

la impresión será que es mucho más fuerte que el primero, pero los resultados prácticos

no lo acompañaran. Siguiendo esta línea de razonamiento es claro que por mucho que

trabaje en lo ajedrecístico el segundo jugador, no hay mucho espacio para la mejora

debiendo en cambio centrarse en las cualidades personales.

Esto si bien parece muy claro, no es bien manejado por la mayoría de los entrenadores de

ajedrez que omiten la preparación emocional de sus pupilos o le dan escasa atención.

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