El factor emocional en el Ajedrez (y en la vida)
- Cuauhtémoc Velasco
- 12 jun 2023
- 2 Min. de lectura
La revolución de las emociones se produce en los finales de los 80´s y en los 90´s, los
grandes protagonistas fueron científicos de las neurociencias y de la psicología, Howard
Gardner, el autor del clásico libro “Las inteligencias múltiples”, Joseph Le Doux, y el
psicólogo de Harvard y autor del best seller “Inteligencia Emocional” Daniel Goleman,
como se lo denominó el libro que revolucionó el concepto de inteligencia.
Lo aprendido de estos grandes pensadores e investigadores es que contrariamente a lo
que se pensaba y en función a ello se actuaba somos seres emocionales que pensamos, y
no seres racionales que nos emocionamos las emociones están primero. Y reaccionamos
en cuestión de milisegundos, más precisamente 125, en base a ellas.
Ahora imaginemos el siguiente escenario: la partida llega a su climax, las combinaciones
abundan en una compleja posición, y el triunfo de cualquiera de los rivales el concede el
primer premio del torneo. Las emociones están a tope, y si son inadecuadamente
gestionadas nos impedirán tomar buenas decisiones pues no habrá espacio a la reflexión y
como comúnmente se suele decir, empujaremos madera en lugar de elaborar decisiones
debidamente calculadas, en términos de neurociencia decidiremos con el camino corto, el
de la supervivencia el cerebro emocional, y no con el neocórtex, el que nos convierte en
seres inteligentes, la evolución final que nos llevo a ser el Homo Sapiens Sapiens.
Dvoretsky, esa leyenda del ajedrez ruso, el mejor entrenador de la historia en su artículo
para New in Chess nos enseña una matriz que tiene en un eje las Cualidades personales y
en el otro la maestría ajedrecística, y las valora ¡por igual!
Y nos aclara aún más diciendo que supongamos que un jugador tiene 5 en ambos
componentes el resultado da 25 en la superficie de la matriz, mientras que un jugador que
tenga 9 de maestría ajedrecística y 2 de cualidades personales (Carácter, control
emocional, voluntad de triunfo etc) dará 18, menos que el anterior, aunque seguramente
la impresión será que es mucho más fuerte que el primero, pero los resultados prácticos
no lo acompañaran. Siguiendo esta línea de razonamiento es claro que por mucho que
trabaje en lo ajedrecístico el segundo jugador, no hay mucho espacio para la mejora
debiendo en cambio centrarse en las cualidades personales.
Esto si bien parece muy claro, no es bien manejado por la mayoría de los entrenadores de
ajedrez que omiten la preparación emocional de sus pupilos o le dan escasa atención.
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